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El rincón del melómano: El rock n roll bajo juicio




Los años 80 están considerados por muchos amantes de la música (incluyéndome a mí mismo) como la era cumbre del rock y del heavy metal. Fue la década en la que dichos géneros se terminaron de consolidar como la máxima fuente de expresión para los adolescentes histéricos e inconformes de aquella época. Todo esto debido a que surgió en 1981 MTV (siglas de Music Televisión), un canal de televisión que transmitía las 24 horas del día videos musicales y contenido relacionado con la música, como entrevistas, conciertos, y tops. Con esto, la música popular obtuvo una nueva plataforma nacional en EE. UU.



Adolescentes protestando contra los intentos de prohibición de música popular en EE.UU. Fuente de la foto: El País


El concepto de MTV se repetiría a lo largo de los años consiguientes en Reino Unido y Latinoamérica (en México llegaría hasta 1993), y rápidamente se convirtió en el medio principal de los jóvenes de finales de los 80 y principios de los 90, en todo el mundo, de disfrutar de sus artistas favoritos, al no poseer tiempo ni dinero para comprar los discos o ir a los conciertos. Yo, personalmente, hubiera deseado estar vivo en la época en que MTV era un canal de música y no un canal de telerrealidad y series animadas para adultos.




Pero no todo era felicidad para los adolescentes melómanos en los años 80. Como era de esperarse, cuando algo se hace tan popular que atrae la atención de todos los jóvenes, esto escandaliza a los adultos quienes tratarán de hacer todo lo posible para disuadirnos de consumir ese contenido. Esto ha pasado desde que los jóvenes se volvieron el principal enfoque de las nuevas formas de entretenimiento, pero durante esos años en particular se vivió la mayor incidencia de este tipo.



El Pánico Satánico



Portada de un libro escrito por un pastor de Luisiana de los años 80 advirtiendo sobre mensajes subliminales en canciones. Fuente de la foto: Goodreads.



Durante la década de 1980 en EE. UU. (y en menor medida en México y Latinoamérica) ocurrió un fenómeno conocido como el “Pánico Satánico.” Fue una ola de pánico moral entre miembros de la extrema derecha estadounidense, y que consistió en más de 12,000 casos judiciales bajo acusaciones de satanismo entre la élite del entretenimiento en EE. UU.


Nada estaba a salvo del escrutinio público: música, libros, televisión, videojuegos, juegos de mesa, y hasta juguetes. No había límites para esta locura: alguna cosa existía, era satánica, o promovía el suicidio, las drogas, o el alcoholismo en los menores. En la actualidad series como Stranger Things (te extrañamos Eddie Munson) retratan a la perfección lo que significó para la juventud de esos años crecer bajo el mar de acusaciones, las cuales involucraban a toda figura adulta de autoridad: padres de familia, políticos, abogados, senadores, psicólogos, terapeutas, trabajadores sociales, evangelistas, y líderes eclesiásticos.


Los rumores corrían por todas partes: en programas cristianos en la televisión, en la radio, los periódicos, y en folletos estratégicamente distribuidos por colegios públicos, sobre el “peligro” de ver cierta serie o escuchar cierto género musical debido a lo que incita en un joven. Las cosas llegaron a tal grado que surgieron teorías de conspiración que hablaban sobre rituales satánicos masivos y un anillo criminal y satánico masivo en Hollywood.


El punto cumbre de este circo ocurrió en septiembre de 1985, cuando en un último intento de avasallar el gusto de los jóvenes por la música ruidosa y transgresora, las personalidades políticas más prominentes de esa década en EE. UU., decidieron tomar acción directa.


Las sucias 15



Fuente de la foto: Wikipedia


En 1985, los Senadores del Congreso Estadounidense Al Gore, su esposa Tipper Gore, y Paula Hawkins, bajo la administración de Ronald Reagan, formaron el PMRC (siglas en inglés de Parents’ Music Resource Center.) El objetivo de este comité, o división, especial del Senado era servir como una guía para los padres estadounidenses para educarlos sobre “modas alarmantes” en la música popular estadounidense. Advertían que el rock, el heavy metal, y el pop de los 80 glorificaban la violencia, el suicidio, el sexo, el consumo de drogas, y las actividades criminales. Utilizaron como evidencia no solo pedazos de las letras, si no también los videos musicales y las portadas de los discos.

La principal acción que esté comité llevó a cabo como parte de su misión fue publicar una lista de 15 canciones las cuales ellos consideraban las más controvertidas y ofensivas por su contenido lírico. El ranking incluía a artistas como AC/DC, Judas Priest, Prince, y Madonna. Esta lista, y toda la cruzada en general, abogaban por la censura y la clasificación de la música en un intento de “educar” a los padres y “proteger” a los jóvenes.


La reacción de la comunidad musical (artistas y fanáticos) ante tal segregación y avasallamiento fue inmediata. El caso fue llevado a la corte, y el rock no se quedó de brazos cruzados: inmediatamente llamó a sus tres representantes quienes elocuentemente defendieron la música hasta el final.



No lo aguantaremos más



Dee Snider testificando ante el comité y el Senado el 19 de septiembre de 1985. Fuente de la foto: El Club del Rock


Tres músicos se presentaron a las ridículas audiencias judiciales. El primer nombre importante fue el de Frank Zappa, el carismático y errático showman del rock y líder del revolucionario grupo Mothers of Invention, quien contrario a su reputación se presentó a la cita vistiendo traje y corbata, con un testimonio elocuentemente preparado.

John Denver no podría ser clasificado tanto como artista de rock, si no más bien como artista de country/folk. Por lo tanto, resultó una elección inesperada. Pero iba igual de elegante y fue igual de contundente que su compañero. Zappa y Denver salieron a testificar juntos, e irónicamente, lo primero que les dijo Tipper Gore, quien estaba a cargo del comité, fue que era gran fanática de su música, lo que provocó que todo el tribunal estallara en carcajadas.

Pero el plato fuerte llegó con Dee Snider, líder de Twisted Sister, una de las bandas más atacadas por el PMRC por el video y canción “We’re Not Gonna Take It.” A diferencia de Denver y Zappa, Snider se presentó ante el comité con un look de mezclilla rota, estoperoles, y una andrajosa maraña de cabellos rubios, teniendo la apariencia de haber estado en una trifulca en un bar. Quizás por eso al verlo los miembros del comité pensaron que tenían ganado el caso. Lo que no se esperaban era enfrentarse el discurso mejor preparado de la noche.


Una de las mayores quejas del comité contra Twisted Sister era la canción “Under the Blade”, con un título muy “explanatorio” según Tipper Gore. La letra fue escrita para el guitarrista de la banda, y describe el terror que sentía a punto de enfrentarse a una operación quirúrgica de emergencia. En el que yo considero el momento de oro de la audiencia, Dee Snider arremetió directamente contra Tipper Gore, alegando que los mensajes retorcidos que ella interpretaba en la canción eran un resultado directo de su propia mente retorcida, comentario el cual tuvo como respuesta el silencio atónito del lugar, los flashes de las cámaras de los reporteros, y una mirada poco aprobatoria por parte de Al Gore.


La conclusión







Fuente de la foto: NPR


¿Cuál fue el desenlace de este episodio? Los tres músicos hicieron valer su punto y tuvieron a toda la juventud estadounidense (viendo desde sus casas) de su lado. El resultado para el PMRC fue una victoria a medias e insignificante. Lograron que las tiendas de música colocaron este sticker en las portadas de los discos considerados demasiado transgresores y ofensivos.


Irónicamente, este sticker se convirtió en un sello de identidad de las nuevas modas musicales. Los jóvenes sabían que debían comprar y escuchar todo álbum que tuviera este aviso en su portada, y los músicos se aseguraban de transgredir en sus letras lo suficiente como para hacerse merecedores de ese reconocimiento.

Este sticker terminó siendo el máximo sello de honor tanto para músicos como para oyentes. También ayudó a consolidar más la reputación underground del rock y el metal; las tiendas importantes como Walmart se reusaban a vender discos con esta insignia, lo cual los limitó a los estantes de pequeñas tiendas de música locales las cuales estos jóvenes frecuentaban. Esto benefició a los dueños y ayudó a que la industria de las tiendas de música floreciera.


Las ridículas acciones del comité quedaron grabadas en la memoria colectiva, y no había banda ni artista que desaprovechara para mofarse del PMRC de cualquier forma: en las letras, en las portadas, y hasta en festivales. Uno de los incidentes más remarcables fue cuando en un festival de rock y hip-hop en el año 1993, una de las bandas paró repentinamente la presentación para hacer un acto de protesta; todos los miembros se ataron y amordazaron y se tatuaron las insignias “PMRC” en los codos. Al día siguiente ofrecieron un concierto privado a su audiencia atónita.


Este episodio, y muchos más que ocurrieron a lo largo del mundo, confirman las inmortales palabras del inmortal Lemmy Kilmister de la banda Mötorhead: siempre que intentas decirle a alguien que algo está prohibido o que es peligroso, eso será lo primero que esa persona haga, escuche, o consuma.

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1 comentario


Diana Diaz Peña
Diana Diaz Peña
10 feb 2023

Como siempre, me encanta leerte. Excelente artículo. Tu sabes bien mis andares en esa época. Gracias por escribir sobre ello. Como hacen falta en estos tiempos personas como Snider y muchos otros músicos de verdad.

P.D. Bien irónico y karmático que Al Gore estuviera en contra de esto y años después tuviera que defender a su compadre Bill Clinton por conducta inapropiada.

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