Había una vez un leñador muy pobre que vivía en Alemania con su esposa y sus dos hijos pequeños, Hansel y Gretel, en una cabaña cerca del bosque. El leñador, a pesar de su pobreza, era un hombre muy amable. Ayudaba a los animales lastimados que encontraba cuando salía a trabajar; los llevaba a su cabaña y los cuidaba por unos días hasta que se recuperaran, tras lo cual los regresaba al bosque, a su hábitat natural.
El leñador siempre se encontraba sufriendo a manos de su mujer, que era muy cruel. Ella siempre quería cocinar a todos los animales que él ayudaba y lo reprendía y gritoneaba por ser “débil” e “incapaz de mantenerse a sí mismo.” Parece ser que la esposa del leñador solo vivía para abusarlo verbalmente…pero con sus hijos era enfermizamente dulce y complaciente. Además, era una mentirosa compulsiva y tenía muy malos modales en la mesa.
Podría decirse que los pequeños heredaron cada uno la personalidad de sus padres. Hansel era tímido e inocente, al igual que su padre. Gretel, por otra parte, era de ingenio agudo y lengua ácida, al igual que su madre.
Un día la familia se encontraba sentada alrededor de la fogata, comiendo en silencio (excepto la madre, quien tragaba con la boca llena y eructaba después de cada bocado), en un día habitual de su rutina. Es entonces que el buen leñador dijo unas palabras que sorprendieron a todos.
“Familia, ya era hora de que tuviéramos esta discusión.”
“¿Qué pasa, papá?” preguntó bruscamente Gretel.
“Ya saben que nuestra situación económica no es la mejor.”
“Como si me lo tuvieras que recordar, imbécil,” intervino su mujer, pero el leñador ni se inmutó.
“En fin…calculé las opciones, medí los riesgos, y llegué a una conclusión: pienso cambiar de trabajo.”
La esposa del leñador hizo un escupitajo con el tarro de cerveza y se ahogó en su filete. Comía como animal.
“¿QUÉEEEEEEEEEEE?!”
“Como lo oyeron,” continuó el buen hombre. “Y como me encantan los animales, he decidido abrir una clínica veterinaria. Las personas del pueblo nos contratarán para ayudarlos con sus animales y ganaremos mucho dinero.”
“¡Papá!” dijo Hansel a la vez sorprendido y asombrado. “¡Es quizás la mejor idea que has tenido!”
“¡¿UNA CLÍNICA VETERINARIA?!” la madre de la familia se paró y encaró a su esposo. “¿¡TE HAS VUELTO LOCO?!”
“Piénsenlo: no solo ganaremos más dinero para subsistir, si no que brindaremos un servicio útil y ayudaremos a las personas. ¿Qué dicen?” el leñador aguardó el voto de su familia.
La señora se levantó de la mesa refunfuñando. Harto de la actitud de su esposa, el leñador prefirió no tocar más el tema por el momento. Les dijo a sus pequeños, “piénsenlo y mañana seguimos discutiendo.”
Los niños se fueron a la cama. Hansel estaba fascinado, pero Gretel no sabía que pensar.
“Yo digo que papa está loco,” no pudo evitar comentar.
“Él tiene una buena idea y yo confío en él,” Hansel se puso el pijama y se preparó para ir a la cama.
“Si, como sea, enano, no olvides que soy un año mayor que tú y tengo mejor juicio que tú.”
Hansel ignoró el comentario de su hermana y se fue a la cama.
A la mañana siguiente, los pequeños se alistaron para salir a ayudar a su padre con la tala del día. En cuanto bajaron a la sala, sin embargo, escucharon a sus padres teniendo una acalorada pelea.
“¡NO LO PIENSO PERMITIR!” Hansel se sorprendió, nunca antes había escuchado a su padre alzar la voz. Normalmente era tímido como ratón.
“Acéptalo, cariño, la clínica será un fracaso,” dijo la mamá con su usual tono dulce, pero regañón y condescendiente. “No podremos seguir cuidando a los niños. Tendremos que llevarlos a un orfanato o venderlos para que trabajen y nos puedan mantener.
“Son mis hijos, mujer, no me los vas a quitar,” la amenazó el leñador.
“Uy, y ¿qué vas a hacer? ¿Matarme de un hachazo? Qué miedo.”
Inclusive Gretel quedó sorprendida. Usualmente tomaba el lado de su madre…pero en esta ocasión era imposible. De inmediato subió a su cuarto y empezó a empacar todo lo que tenía,
“¡Gretel!” la llamó su hermano. “¿Qué haces?
“¡No pienso dar a parar a un orfanato! ¡Ni mucho menos ensuciarme las manos trabajando!”
“¿Y crees que huir es la solución?”
“¡Admítelo: mamá nos odia! ¡Y odia a Papá! ¡Esto no puede seguir así! ¡Tenemos que iniciar una nueva vida en otro lugar! ¡Si mamá no quiere lidiar más con nosotros, no tiene por qué hacerlo!” declaró impulsivamente, antes de escapar por la ventana y bajar por la escalera hacia el jardín. Hansel hizo lo mismo…pero solo para ir por ella y volver a subir juntos.
“¿Y a dónde podríamos ir?”
“¡Donde sea es mejor que aquí!” fue todo lo que exclamó antes de echarse a correr. Hansel, exasperado, corrió para seguirla.
Antes de que lo supieran, habían dejado muy atrás su casa.
“Gretel, estamos muy lejos. Mamá y Papá deben estar preocupados,” dijo Hansel casi sin aire, de tanto correr.
“Papá claro, Mamá no estoy tan segura. Yo pienso seguir, Hans. ¿Vienes o te quedas?”
No viendo otra alternativa, Hansel decidió complacer a su hermana.
Tras seguir caminando, Gretel se detuvo por fin.
“¡Mira!” señaló a una casa que parecía hecha de jengibre, y las ventanas estaban hechas de caramelo.
“Debe ser la casa de una buena ancianita,” comentó Hansel.
“¡Pero claro, carnalito! ¿No te das cuenta? ¡Es de dulce! ¡Y los niños aman los dulces! Así que esta anciana debe de amar a los niños.”
Gretel se quedó contemplando la casa un buen rato, y finalmente se decidió.
“Aquí es,” se acercó y tocó al timbre de galleta.
“Gretel, ¿qué haces?” Hansel intentó detenerla.
“A partir de ahora, esta será nuestra casa. Estoy segura de que la dueña cuidará muy bien de nosotros, y no iremos a parar a un orfanato.”
En eso los recibió la anciana dueña de la casa…quien se veía muy amigable y vestía de una forma muy particular. Lo más destacable era su largo sombrero puntiagudo.
“¿Puedo ayudarlos, pequeñines?” preguntó con una voz muy chillona.
Gretel creó el drama de su vida, “Nuestros papás nos echaron de casa. No tenemos a donde más ir.”
Hansel sentía ganas de hacerle cosas muy terribles a su mañosa y egoísta hermana, pero se contuvo.
La anciana sonrió a sus interiores, antes de fingir simpatía y extenderles sus manos a ambos niños. “Pasen, les serviré algo de comer.”
Por dentro la casa de la anciana era muy cómoda, acogedora y hogareña. Gretel no sospechaba que les habían tendido una trampa; Hansel sí.
“Coman antes de que se enfríe. Voy por la lavandería.” La anciana subió la escalera dejando a los niños, sentados a la mesa, comiendo.
“¡Ni siquiera Mamá cocina tan bien!” Gretel estaba maravillada con la comida, y muy agradecido con la señora.
Hansel dejó de comer, se paró de su silla, y empezó a caminar. “¡Tenemos que salir de aquí!”
“Hansel, no seas maleducado. La anciana nos ofreció comida.”
“No soy maleducado, y tú no eres tan brillante que digamos.”
Gretel se levantó de golpe de su silla y tomó a Hansel del cuello de su camisa.
“¿Qué dijiste, zopenco?”
“¿No te fijaste que convenientemente seguimos un camino para llegar a la casa? ¿Camino que, convenientemente, partía de nuestra propia casa? ¿Y por qué nos alimentaría tan bien? ¿No te das cuenta, Gretel? Esa anciana no es dulce y buena: es mala y peligrosa, y si no actuamos con rapidez…”
En eso, fue interrumpido por la anciana, quien bajó de nuevo a la cocina. La señora encendió manualmente el fogón y colocó encima de una caldera dos trapos extendidos sobre una valla de metal.
“¿Disfrutaron su sopa, angelitos?”
“Como no se imagina, señora,” Gretel se limpió la boca con un dedo. “La sopa estuvo deliciosa, no importa,” volteó a ver a Hansel frunciendo el ceño, “lo que otros digan.”
“Me alegra,” fue todo lo que dijo la anciana antes de voltear su vista hacia la caldera, que ya estaba empezando a burbujear.
Hansel de nuevo comenzó a caminar, intentado hacer el menor ruido posible. Pero la anciana, que tenía un oído súper desarrollado, lo escuchó y lo atrapó con su mano huesuda antes que llegara a la puerta.
“¿No se quedan para el postre?” dijo con su típica voz, pero en tono amenazador.
“¡Uy! ¿Y cuál es el postre?” preguntó Gretel sonriendo.
“Que bueno que preguntes, querida. El postre…” la anciana se llevó la mano a la cara, ¡y se quitó la máscara, revelando su verdadera cara verde, repleta de arrugas, y con nariz puntiaguda! ¡Era una bruja!
…”son ustedes,” dijo la bruja con una voz más profunda.
“¡Corre!” Hansel se libró de las garras de la bruja, jaló a su hermana del brazo y empezó a correr, pero antes de llegar a la puerta chocaron con una pared y se golpearon la cabeza, quedando inconscientes.
Cuando despertaron, ambos hermanos tenían enormes chichones en su cabeza y estaban envueltos con los trapos, ¡encima de la caldera burbujeante!”
“¡Déjanos ir, malvada bruja!” demandó Hansel.
La bruja no hizo caso a ese comentario, solamente sacó de su despensa un salero y empezó a sacudirlo sobre los niños. También agarró dos hojas de romero y se las colocó en las frentes.
“He cocinado niños que no se quejan tanto.”
“¿Comes niños? ¿Estás loca?” gritó Gretel, pero la bruja echó más leña al fogón.
“¡Hansel, tenías razón, debí haberte escuchado! ¡Todo este lío es mi culpa!”
“Tal vez, pero hiciste lo que yo hubiera hecho: también me estaba cansando Mamá. Escucha, no es el momento para hablar de esto. Tenemos que salir de aquí.”
Hansel empezó a batallar para liberarse. La bruja notó esto y corrió para impedirlo. Los hermanos se zafaron y corrieron de regreso a la casa.
“¡MAMÁ! ¡PAPÁ!”
Los padres dejaron de pelear y les pusieron atención por primera vez en el día.
“¡Encontramos una bruja, que quiere comernos!”
Después de tanto pelear con ellos, la bruja se cansó. Al darse cuenta de que sus potenciales víctimas eran imposibles, decidió dejarlos vivos.
“Me rindo. No puedo soportarlo más. Sin embargo, antes de dejarlos ir para siempre, hay dos cosas que necesitan saber.”
Esto atrajo la confusión de toda la familia.
“¿Qué debemos saber?” preguntó el padre.
“La primera, es que nada de esto es real.”
“¡¿QUÉÉÉÉÉÉÉÉ?!”
“Es un sueño del cual despertarán brevemente. Y la segunda cosa que deben saber es mi identidad.”
Y lo que la bruja les dijo les hizo hacerse hacia atrás.
“Soy ella”, dijo apuntando a la madre.
La familia quedó congelada con esta revelación.
“Soy su mamá, niños, pero mayor de edad. Las circunstancias de la vida son que nunca dejé de ser amargada y egoísta, ¡y miren lo que resultó! Terminé siendo una anciana repulsiva, sin amigos, que tiene que recurrir a comer personas, sobre todo niños pequeños, para subsistir. ¿En serio quieren terminar como yo?”
La familia se quedó pensando mientras la bruja chasqueaba los dedos. Hansel y Gretel despertaron en su cama. Todo lo anterior había sido una vívida pesadilla.
“Pero que sueño tan extraño, Hans,” Gretel se quitó las sábanas.
“¿Tú también lo tuviste?” Hansel prendió una vela para iluminar el cuarto.
Y, por último, los papás entraron al cuarto.
“Y nosotros.”
“Familia, no creo que esto haya sido solo un sueño,” comentó el papá. “Creo que fue una visión.”
“¿Una visión? ¿De qué?” preguntó la esposa con legítima curiosidad, por primera vez hablándole a su esposo como un igual y sin abuso de por medio.
“De cómo nuestros errores como familia están dispuestos a condenarnos.”
Al ponerse a reflexionar, su esposa e hijos se dieron cuenta de que tenía razón.
“Guau, papá, no se me pasa por la cabeza que las cosas se pudiesen descontrolar así,” Gretel estaba genuinamente sorprendida.
Nadie dijo nada más, simple y sencillamente regresaron a dormir.
A partir de ahí, la familia cambió por completo su dinámica, la cual se volvió más funcional y saludable. La esposa dejó de ser abusiva y cruel; Gretel por su parte se hizo menos engreída y aprendió a escuchar más y hablar menos. Hansel se dio cuenta de que no había nada malo en expresar su opinión y ser asertivo. Y el padre abrió su clínica; toda su familia ayudó y lograron ganar el suficiente dinero para salirse de su antigua casa y mudarse a la ciudad, donde abrieron otra clínica más grande.
Y esta es la historia de como Hansel y Gretel unieron a su familia y no cayeron en las manos de la bruja…
Wow! No me esperaba el final ni la conclusión psicológica.