No me pasa nada’: La realidad de los centennials
‘Vagos.’ ‘Blandengues.’ ‘La generación de cristal’. A nosotros, los nacidos entre 1997 y 2012, nos han otorgado mil y un calificativos, ninguno de ellos alentador o positivo. Pero ¿qué hay de verdad detrás de estos calificativos?
No hay que negarlo: el mundo actual está repleto de incertidumbre. Una pandemia, el calentamiento global, guerras en Ucrania y en Oriente Medio… ¿debemos sorprendernos de que los niveles de ansiedad y depresión sean cada vez más elevados? Todos somos susceptibles a estos sentimientos, pero las cifras alarmantes se dan entre los jóvenes.
De acuerdo con estadísticas de la Organización Mundial de la Salud, el suicidio es la principal causa de muerte no natural entre los jóvenes de 14 a 24 años. Y nuestros mayores, seres de luz, nos dicen que la depresión es cuestión de actitud. Lo más irónico, sin embargo, es que la mayoría de nosotros no tiene un discurso fatalista. ¿Entonces a qué se deben estas cifras? ¿Es realmente nuestra vida tan complicada?
Hay un patrón sociológico que parece ser, se hereda de generación en generación. Cada nuevo joven que llega a este mundo es un retoño repleto de talento…pero también repleto de miedo. Miedo que le heredan sus padres, sus abuelos, y luego quizás también reforzado por sus amigos, sus maestros, sus jefes, su pareja, etc. En este mundo moderno, juega un papel importante la presión. La presión es como una bomba de relojería, y en el momento en que llega a cero los resultados son catastróficos.
Parece ser que la sociedad tiene estándares muy fijos sobre cómo debe actuar cada persona: los ancianos tienen la misión de acumular conocimiento, rango, y experiencias. Los adultos de mediana edad, compaginar ese conocimiento y esas experiencias para seguir formándose y ayudar a los jóvenes a formarse. ¿Y los jóvenes? Tener el pulso por crear, aprender, descubrir, tener aspiraciones, y buscar grandes proyectos. Pero esta no siempre se cumple. ¿Por qué? Porque nos presionan para lograrlo.
Los adultos creen que quizás estamos así porque no nos han educado bien, pero yo siento que es lo contrario: nos educaron demasiado bien- Nos dieron todas las herramientas posibles. Nos empujaron a nuestro límite, y eso nos abrumó, nos sobrecargó, y nos ‘fracturó’ metafóricamente.
Vivimos en una era de total incertidumbre. Más que en cualquier otro momento en la historia de la humanidad. La prominencia de las redes sociales, y la realidad post pandémica, han cambiado los estándares a través de los cuales nos sorprendemos; pero la incertidumbre lleva años siendo la norma. Y ese es el patrón sociológico del que hablaba.
De los años 20 al 2001 aproximadamente, cada nueva generación fue criada para seguir el camino de la certidumbre. ‘Termina la escuela, ve a la universidad, métete 50 años a trabajar en una empresa, cásate, ten dos hijos, una casa suburbana, un coche, un perrito y una niñera, y con eso ya la hiciste.’ Es la promesa que se heredaba de padres a hijos y de hijos a nietos. Y a la mayoría les funcionó.
La mayoría de la gente ve a los millennials y dice, ‘madre mía.’ Pues los millennials dijeron lo mismo a partir del año 2001. Todos sabemos qué ocurrió ese año que hizo que todo el progreso que el mundo había estado experimentando se fuera abajo, y volviéramos a un punto de máxima tensión en las políticas mundiales. A la generación ‘Y’ también se le educó con la filosofía de la certidumbre; fueron los últimos, y los primeros que no se acoplaron, no por decisión propia si no porque el mundo les tenía preparada otra cosa. De ahí que se amargaran, y se convirtieran en una generación sin rumbo.
Entonces ¿qué ocurre con los centennials? Bueno, pues nosotros llegamos al mundo cuando la incertidumbre ya era la norma, ya era lo aceptable. A diferencia de los ‘Y’, que se amargaron porque no se les cumplieron las expectativas… nosotros los ‘Z’ parece que ni siquiera tenemos expectativas. La sobreestimulación a diferentes perspectivas ha hecho que nuestra mente metafóricamente se ‘fracturara’ a través de todas ellas y, debido a la incertidumbre que impera en nuestra sociedad, estamos dispersos.
Las modas y el consumismo surgieron porque ya no sabemos a quién otorgarle nuestra lealtad; el ‘cancel culture’ se debe a que ya no sabemos a quien culpar por lo que pasa en el mundo. El ‘narcicismo’ es una cubierta para la incertidumbre sobre el futuro. Y así podemos darle una nueva interpretación a cada defecto de la ‘generación de cristal’ que, si bien es cierto que es más frágil emocionalmente que las anteriores, no es enteramente por decisión propia.
70% de los usuarios de TikTok se encuentra entre los 9 y los 16 años. Estamos hablando de niños que no tienen la edad legal ni la madurez emocional para manejar, vivir solos, o tener trabajo, ¿y esperamos que sean capaces de digerir la masiva cantidad de información contradictoria y a veces engañosa a la que son expuestos diariamente? Y no se trata de no crearle una cuenta de Instagram cuando aun está en la matriz; se trata de entender que los niños son influenciables y que, mientras más intentes presionarlos, su reacción va a ser más estridente.
Durante años se creyó que los niños no tenían derecho a tener voz u opinión. Pero ahora las barreras se han roto; las relaciones entre padres e hijos han cambiado. Ahora que ya por fin se nos otorgó ese derecho, los jóvenes lo estamos aprovechando. De manera abusiva, dirán algunos, pero yo opino que las acciones expresan lo que la mente calla, y no se puede sanar lo que no se expresa.
Entonces ¿cómo llegar a una generación tan desesperanzada y dispersa? Lo primero que deben hacer los adultos es dejar de buscar víctimas o culpables. Ni victimizarse por ser ‘malos padres’, ni victimizar a los jóvenes por su ‘blandura’. Las etiquetas no caben aquí, sólo la verdad: esta generación necesita ayuda y esta es la única forma que tienen para hacerlo saber a los adultos. Y los adultos no han hecho nada malo; sólo deben cambiar su enfoque de enseñanza. Esto es una llamada de atención para todos los involucrados.
La diferencia entre nosotros y las generaciones pasadas es que nosotros nacimos totalmente integrados a una herramienta que nos permite cambiar mucho, haciendo poco. Ahora es simple cuestión de ser propiamente orientados para ese objetivo. Hay varios ejemplos en los cuales la voz de la Generación Z podría ser de buen uso.
Por ejemplo, en estos últimos años se ha agregado al diccionario y a los diarios psiquiátricos el término ‘eco-ansiedad’: los sentimientos de estrés, ansiedad, y desesperanza asociados con la crisis ambiental y el calentamiento de las temperaturas del planeta. 6 de cada 10 jóvenes (es decir, el 60%) han confesado padecer de eco-ansiedad; yo me incluyo en ese grupo y, en estos días, debido a lo fuerte que estas cosas han pegado en mi país, la he padecido frecuentemente.
Entonces, en lugar de orientar nuestra atención a lo malo y al hecho de que el planeta se va acabar, ¿por qué no centrarnos en lo bueno? Ya se ha confirmado que, a pesar de todo, esta crisis no va a terminar con el mundo, pero es necesario actuar. Nosotros los jóvenes somos impetuosos y está claro que el planeta nos preocupa; es nuestro hogar, solo tenemos uno, y hay que cuidarlo. ¿Por qué no empezar a investigar sobre energías renovables? ¿Por qué no fundar compañías o patrocinar esfuerzos en pro de la crisis ambiental para reducir la huella carbónica y los gases invernadero? El planeta nos lo agradecerá-
Sí: la vida a veces apesta. Y nunca había habido tanta incertidumbre en la historia de la humanidad como ahora. Cada día que pasa, las líneas entre el bien y el mal, la realidad y la ficción, se vuelven más borrosas. ¿Por qué no establecer nuevas líneas? Recuerda que no eres dueño de la verdad, pero eres dueño de tu verdad: con eso me refiero a tu mente, tus sentimientos, tus emociones y tus relaciones. Son las únicas cosas de las que sí eres 100% dueño. No las eches a perder, ni dejes que te las echen a perder.
En cuanto a los adultos: dejen de victimizarse. Esta generación necesita ayuda, sus hijos necesitan que los orienten y les ayuden a redescubrir la importancia del trabajo duro, la esperanza, y que la vida es en partes iguales negra, rosa, y gris. Estamos a tiempo para cambiar el estado del planeta y el estado de nuestra salud mental, por un mejor futuro.
Muchas gracias por escribir esta pieza. De verdad ese día que platicamos, cambiaste mi visión de "la generación de cristal" y veo que tu también comprendiste mi punto de vista. Gracias mil por escribir de lo que es importante.